"No tengas miedo", le susurré.
"Somos como una sola persona".
De pronto me abrumó la realidad de mis palabras.
Ese momento era tan perfecto, tan auténtico.
No dejaba lugar a dudas.
Me rodeó con los brazos,
me estrechó contra él
y hasta la última de mis terminaciones nerviosas
cobró vida propia.
"Para siempre", concluyó.
viernes, 17 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario